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Pensamientos desde el hospital. Made with ♥ from Bilbao

Tengo MIEDO. No es un miedo fijo, frío, quieto, sino un miedo que va y viene por mi cuerpo y mis sueños. ¿Miedo a qué, miedo de qué? Miedo al miedo. Miedo del miedo. La vejez, el deterioro, la enfermedad, el fracaso, la soledad, el dolor, la perdida. Muchas veces es el miedo a las consecuencias de elegir. ¿Son nuestras decisiones la variable determinante del algoritmo del destino? Pero qué estupidez Patricio. ¿No es un algoritmo al destino lo que Dios al Diablo?

Somos monos con cabeza tomando decisiones y ahora mi miedo es un miedo inmóvil, un miedo que viaja cual idea sombría por todo mi cuerpo. Es a partir de las 19:00 más o menos cuando el miedo cobra más protagonismo. A medida que se va la luz del día y la noche recoge el relevo que le entrega la tarde. Es justo ahí. En ese lapso temporal cuando el miedo se hace grande. Tu ligera duda de las 09:00 es un animal nocturno que despierta a partir de las 19:00 y se deja ver entero, con sus diez cabezas. Juega contigo y manipula tus pensamientos con la intención de inclinar tu balanza vital hacia el reino de las tinieblas. Miedo a que en la noche se deja ver, como un animal nocturno, como un inmóvil y destellante reptil.


En estos momentos necesito el día para un día sin miedo. El miedo no es que venga de noche, sino que en la noche se deje ver.


En estos momentos también siento mucho dolor. El dolor es parecido al miedo. A diferencia del miedo al dolor lo puedes cercar, amurallar, incluso sanar. Pero el miedo es diferente. El miedo duele donde no debiera, sólo la noche lo ilumina con diafanidad y entonces es un miedo populoso. Otras veces es simplemente un miedo solitario, sólo miedo, miedo fijo que nos mira, un reúma del alma, el miedo efluvio de todos esos miedos juntos. Puede incluso que el miedo sólo sea el olor de la muerte.

Ayer vi veintisiete capítulos seguidos de Caballeros del Zodiaco. Es la tercera vez

que me pego un atracón de Caballeros del Zodiaco. El primero fue con doce años, el segundo fue con treinta y tres, el tercero ha sido con treinta y nueve. Existe un común denominador entre estos tres atracones: el miedo. ¿Estuve viendo Caballeros del Zodiaco de madrugada porque tenía miedo? Sí. En esos tres momentos de mi vida, he sentido descolgarme de algo que nos une a todos, cortar el cable y caerme en un gran agujero negro.


Luego, no sé como, me olvido de todo el mundo, de todo lo que conozco. Vuelvo de ese falso lugar, de esa casa de papel, entro en mi, recojo mis habilidades cual armadura, doy con mi fuerza, prende mi cosmos y como el Caballero de Pegaso, cual semidiós – que es lo que somos los humanos- genero dentro de mi una fuerza fulgurante que no cesa y lo puede todo. TODO. Y así, querido lector, ayer por la noche frente a un plato de raviolis con tomate y chorizo gane como siempre la batalla contra el miedo o la ausencia de algo dentro de mí.


Inmóvil, tumbado en la cama de un hospital con los ojos clavados en el techo o frente al plato de raviolis con tomate y chorizo rodeado de los míos hay noches que me voy fundiendo a negro. Enluto. La incontestable crueldad de este imparable trasiego de minutos, el paso, el peso del tiempo: ambos caen sobre mi. Siento que envejezco por las manos y los pies, cruza por mi mente otra vez el destellante reptil verde y amarillo del miedo; y justo en ese momento, justo en ese punto del día en que todo se rompe y nada entiendo, encuentro la salida. Comprendo que todo está dentro de uno, que no hay nada fuera y que el poder de uno es infinito, porque monos con cabeza o semidioses, somos capaces de lo más increíble. Somos la única especie que ha subsistido al clan. Homo sapiens. El nivel más alto de complejidad alcanzado por la escala evolutiva, con un cerebro que tiene un gran desarrollo y nos permite concretar numerosas actividades racionales y elaborar pensamientos abstractos, creativos, y de otros tipos. Somos la especie de Picasso, Napoleón, Julio Cesar, Modigliani, mi vecina del segundo, Dylan, Jobs, Mandela o Jesucristo. Somos. Somos la única especie que es consciente de su finitud: es decir, sabemos que, en algún momento, vamos a morir. Y ese tufillo al final del túnel que no sabemos si es una salvación o un final; el remate de algo o el cierre que perfecciona el círculo vital. Ese saber que te vas a morir lo cambia TODO.

Seres de lejanías o habitantes del planeta azul. Océanos, mares, lagos encapsulados en esta inquietante bola azul algo inclinada que gira sobre su propio eje y alrededor de su estrella el sol. Residentes de La Tierra, hogar de millones de especies, incluidos nosotros. Actualmente el único cuerpo astronómico donde se conoce la existencia de vida (creo). Estremecedor baloncito azul que cobija a 7.700 millones de personas, donde cada amanecer finge un comienzo, donde cada atardecer genera desconcierto. La Tierra, madre y tumba de la naturaleza.


Ya lo dijo un gran escritor “La tierra es aquello que todos tenemos en común”.

Y qué solos debemos estar los hombres y las mujeres que somos el único ser que busca a otro.


Gracias por leerme y escuchar mis canciones.

Patricio.

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